A flor de piel.



Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

El guardián entre el centeno.

Leer y dormir.


Como todos ya sabréis, no estoy en el Caribe. Pasé de la encuesta y dejé el trabajo.

¿Que quiero ser? Fotógrafa seria de arquitectura. ¿Qué tengo que hacer para conseguirlo? Por lo menos, intentarlo. ¿Qué hace una fotógrafa seria de arquitectura en el Caribe embutida en un disfraz de delfin?

Pues eso.

Cuando se pase el frío iré a Madrid a intentarlo. Mientras, la vida en Córdoba es aburrida pero relajada.

Siesta después de desayunar.

Mal fario.


Este es mi jersey de la mala suerte. ¿Y si es de la mala suerte para qué te lo pones?, me preguntaréis. Muy fácil: porque no soy supersticiosa y porque es muy bonito. Me lo pongo muy muy poco pero creo que si lo hago de vez en cuando, en dias intrascendentales, iré quitándole el mal fario.

Hoy me lo he puesto para ir a la biblioteca y me ha llegado un mail con el próximo barco: en diez días empiezo en un crucero por el Caribe. Para que se me quite el susto, de cervezas y a casa, pizza y a la cama. Cuando he ido a lavarme los dientes, me he encontrado con el jersey en el espejo “mira, no me ha pasado nada malo”...